La pandemia del covid 19, que infectó a más de 63 millones de personas y causó más de 1.4 millones de muertes en todo el mundo, nos ha cambiado de muchas maneras: cómo nos relacionamos con los demás, cómo usamos los espacios, cómo viajamos, cómo nos vestimos.
Y una de las nuevas “prendas” que ahora forman parte del paisaje cotidiano son las mascarillas, cubrebocas o barbijos.
Inicialmente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó la máscara para uso médico solamente. Sin embargo, a medida que el virus se propagó por todo el mundo, su uso se hizo popular como medida de protección contra el covid-19.
A medida que la gente de diferentes países se adapta a este nuevo hábito, Japón ha estado usando el cubrebocas como parte de su vida cotidiana durante décadas, o incluso siglos.
“Cuando alguien está enfermo, por respeto, nos ponemos el cubrebocas para evitar infectar a los demás”, dice Mitsutoshi Horii, profesor de sociología de la Universidad de Shumei en Japón.
“Pero no es la única razón por la que los japoneses tienen este hábito. No es sólo una práctica colectiva desinteresada, sino un ritual de autoprotección”, añade.
Varios analistas señalan que el uso generalizado de la máscara, observado en la sociedad japonesa durante decenios, es una de las razones que explican la baja tasa de infecciones y muertes de covid 19 (al 1º de diciembre, Japón tenía unos 149,600 casos y un total de 2,082 muertes).
Japón tiene la segunda tasa de mortalidad más baja (1.6 por cada 100,000 habitantes) entre los siete países considerados como las economías más grandes del planeta (EE.UU., China, Alemania, Francia, Reino Unido y Canadá). En este aspecto, sólo detrás de China, cuya tasa es de 0.3 (país que registró, hasta el 1 de diciembre, 92.900 casos de covid y 4.700 muertes).
¿Pero cómo surgió este hábito en la cultura japonesa?
“Aliento sucio”
Los registros muestran que durante el período Edo (1603-1868), la gente se cubría la cara con un trozo de papel o una rama de sakaki, una planta considerada sagrada en algunas partes del país, para evitar que saliera su “aliento sucio”.
“Hay algunas referencias a este tipo de práctica en los libros que no eran tan comunes como ahora”, explica Horii. “En aquella época, aunque existía el concepto de limpieza, no había tanta conciencia de los efectos que los virus y los microbios tienen en nuestra salud como la que hay hoy en día”, dijo el sociólogo.
La verdad es que, según Horii, hay un momento claro en la historia en el que los cubrebocas se incorporan a los hábitos de los japoneses, y ese momento es la pandemia de la llamada gripe española de principios del siglo XX.
En Japón, esa pandemia causó unas 23 millones de infecciones y 390,000 muertes, en un país que en ese momento tenía 57 millones de habitantes.
“El gobierno japonés elaboró una estrategia de vacunación, aislamiento y uso de mascarillas quirúrgicas o mascarillas faciales para prevenir la pandemia, lo que en última instancia ayudó a controlar la crisis”, dice Horii.
“El hecho es que la gente lo tomó como parte de sus costumbres, señalando que los cubrebocas eran también una barrera contra la contaminación.
Sin embargo, el uso de esta protección durante la pandemia de la gripe española se extendió por todo el mundo.
Pero entonces, ¿por qué sólo los japoneses (y algunas sociedades asiáticas en menor grado) siguieron usando cubrebocas como parte de su cultura?
Para George Sand, profesor de historia japonesa en la Universidad de Georgetown, hay varios factores que influyen en la adopción por parte del país de esta pieza de protección como parte de su vida cotidiana.
“Existe la falsa creencia de que los japoneses adoptaron esta medida porque sus gobiernos son autoritarios y hay una ciega obediencia a los reglamentos gubernamentales, pero no es cierto”, dice Sand.
“Lo hicieron porque confiaban en la ciencia. El uso de cubrebocas fue una recomendación científica, vista por los japoneses de la época, en un país en proceso de industrialización, como una adaptación al mundo moderno, como un avance tecnológico”, añade.
Epidemia de Sars
Después de la pandemia, señalan Horii y Sand, lo que ocurrió fue un fenómeno de “hacer lo que otros empezaron a hacer” y eso ayudó a popularizar la mascarilla.
“En el nuevo milenio, las mascarillas en Japón se han vuelto omnipresentes, no tanto por las directrices del Estado o las aspiraciones cosmopolitas, sino por lo que en psicología se conoce como ‘estrategia de confrontación’ y elección estética”, dice Sand.
La estrategia de confrontación, según la teoría, abarca los recursos externos e internos que una persona utiliza para adaptarse a un entorno estresante.
Una de las mayores pruebas del hábito del público de cubrirse la boca en la cultura japonesa fue la epidemia del síndrome respiratorio agudo severo (Sars), que afectó al Asia sudoriental en 2003.
“Si bien el virus ha afectado fuertemente a los habitantes de otros países de la región, en Japón no ha habido víctimas”, dice Horii.
En China, el Sars ha causado más de 5,000 infecciones y casi 350 muertes. En Japón, sólo hubo dos infecciones y ningún caso mortal.
“Y eso no sólo demostró que los científicos tenían razón sobre la eficacia de las mascarillas faciales para prevenir el contagio, sino que también reforzó su uso”, señala el académico.
Horii añade que la emergencia que sufrió el país en 2011 tras el tsunami que destruyó la central nuclear de Fukushima también contribuyó a extender la necesidad de protección personal.
Con la aparición del nuevo coronavirus, Japón ha establecido una estrategia de combate diferente: no ha llevado a cabo confinamientos prolongados.
“Es una cuestión cultural. Adoptaron el uso de cubrebocas por varias razones: para proteger a los demás o a sí mismos, para ocultar su falta de maquillaje, para preservar su privacidad, o simplemente porque pensaban que los cubrebocas se veían bien, pero nunca por imposición del gobierno”, concluye Sand.
“Frente a una pandemia de la gravedad de lo que estamos viviendo, puede marcar la diferencia”, añade.
Con información de la BBC